En Coaching decimos que cuando todo fluye, cuando todo funciona como está previsto, estamos en transparencia, y que cuando surge una incidencia o algo inesperado, aparece el quiebre.
Es decir hacemos las cosas que hemos planeado (pueden haber sido planificadas en el tiempo, lo que les convierte en un hábito) de forma inconsciente (transparencia) para alcanzar nuestro objetivo. Y cuando surge lo inesperado (quiebre), necesitamos una explicación de por qué ha ocurrido y tomamos decisiones de forma consciente para alcanzarlo.
Por ejemplo: Voy a comprar el pan en un día de lluvia en el que siento humedad en el ambiente, la incomodidad por tener que tomar un paraguas para no mojarme y voy pensando en otras cosas mías que me tienen más preocupada (consciencia), como puede ser cómo soluciono cuándo llevar el coche al taller. Y de repente, (¡zas!) se me rompe el paraguas. En ese momento pienso .. si es que tenía que haber ido en otro momento que no lloviese, o por qué he cogido un paraguas que sabía que no funcionaba bien, o busco culpables, ya sea culpabilizandome a mí por lo torpe que he sido, o a otros de mi problema, como si de esa forma se me solucionase.
Este es un ejemplo a un quiebre sencillo. Sin embargo otros quiebres nos marcan nuestro «modus operandi». Todos los días tenemos varios momentos en el que nos ocurren cosas insignificantes que solemos solucionar sobre la marcha, tomando decisiones rápidas para alcanzar nuestro objetivo.
Estos imprevistos/quiebres pueden ser positivos o negativos, dependiendo de las posibilidades que nos abran. Dependerá de cada uno de nosotros verlo como una posibilidad o no, si focalizamos todo a la única solución que quisiéramos para nuestro problema. Los problemas no abren posibilidades, los quiebres, sí.
Los coaches ayudan a abrir aquellas posibilidades que se nos escapan y nos mueven a un cambio de observador.
Tú, ¿qué sueles tener problemas o quiebres?