Nuestros alumnos son los mejores, dejemos que se desarrollen y démosles las herramientas necesarias para conseguirlo.

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En relación a la noticia de que «nuestros alumnos están por debajo de la media en tener habilidades sociales», me gustaría indicar que nuestros alumnos no son los responsables, sino las víctimas de las decisiones que tomamos nosotros, los responsables de su formación.

Son el resultado de nuestras decisiones y encima, les culpamos a ellos de nuestra ineficacia de no saber enseñarles no sólo el «qué» de las cosas, sino el «cómo» y, lo que es más importante, el «para qué».


Cuando finalizan los estudios nuestros alumnos, por ejemplo, no saben qué deben de preguntar para dirigirse a un banco, o qué es un reintegro, o cómo solicitar un préstamo, o qué requisitos hay que cumplir para solicitarlo; o simplemente no saben cómo organizarse o dirigirse de forma eficaz al personal del banco. Eso no es culpa de ellos, eso es culpa de nuestra incapacidad de darnos cuenta qué es lo que necesitan para relacionarse, entre muchísimas otras cosas. Eso sí, luego somos los primeros en criticar sus incompetencias o echarnos las manos a la cabeza por ser noticia al estar por debajo de la media europea en las habilidades sociales.

Si en lugar de empeñarnos en evaluar alumnos por su memoria, evaluásemos por sus habilidades sería más productivo para la sociedad. De ésto ya se han dado cuenta en algunos países o instituciones. Por ejemplo, antiguamente, para ser funcionario a alguna de las Instituciones de la UE uno debía conocer al dedillo la legislación española y la europea, así como los temas concretos a los que se presentaba, además de los idiomas. … entre otras cosas. Hoy en día se evalúan a los candidatos, no por su capacidad memorística de aprenderse los temarios, sino por sus habilidades y capacidades resolutivas. Ese es el camino.

Somos nosotros los adultos, los responsables … , quienes debemos de guiar a los alumnos a ser competentes, no sólo en lo que deseen desarrollarse profesionalmente, sino también debemos de indicarles el camino para ese desarrollo social. Tan importante es el desarrollo intelectual, como el social. El hombre tiende antes a cubrir las necesidades sociales, como el relacionarse, el reconocimiento y la pertenencia a un grupo, que a las intelectuales de autorealización.


Las personas tenemos la tendencia innata de aprender para conocer, para desarrollarnos, para reconocer, para crear, para investigar .. para tomar decisiones y para saber resolver problemas. Cuando conseguimos estas necesidades nos sentimos satisfechos y felices.

Sin embargo, quienes tienen la potestad de educar hoy en día en países como España, se empeñan en seguir métodos antiguos que a ellos les aplicaron, el lugar de avanzar y buscar nuevas fórmulas para evaluar.

Evaluando la memoria, conseguiremos autómatas; evaluando el talento, conseguiremos personas felices y satisfechas.
😉

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